La economía del comportamiento o economía conductual es una disciplina cuyo eje central se enfoca en el estudio de la irracionalidad predecible de los humanos, sus causas, consecuencias y sus posibles correcciones.
Daniel Kahneman, psicólogo estadounidense e israelí, tuvo el acierto de explicar el proceso de toma de decisiones sobre la base de la existencia de dos sistemas que operan en los seres humanos y que explican nuestra asombrosa capacidad de tomar decisiones en un mundo cada vez más complejo, pero también la falibilidad que nos aqueja y nos hace propensos a la comisión sistemática de errores.
Kahneman explica que el sistema 1 o automático es un sistema asociativo que opera sin mucho esfuerzo y tiene la función básica de darle sentido al mundo y simplificarlo, con el propósito de facilitar los procesos de toma de decisiones que de otro modo sería totalmente inoperante. Así mismo, señala que el sistema 2 o reflexivo, es un sistema racional que es responsable de lidiar con operaciones complejas, menos susceptible al error, pero enormemente ineficiente en la medida que su operación demanda una gran cantidad de esfuerzo.
Así las cosas, es evidente que los seres humanos tenemos que operar echando mano de ambos sistemas. Al sistema 1 acudimos para tomar las decisiones de la vida diaria, como por ejemplo: tomar un taxi, comprar una bebida, subir al ascensor, charlar con los amigos e incluso ir al médico. Su función como se dijo es simplificar el mundo para permitir a los seres humanos tomar decisiones a través de las heurísticas o atajos mentales, hace la vida viable pero potencialmente riesgosa.
Al sistema 2 acudimos para ejecutar operaciones complejas que demandan cierto nivel de concentración, como por ejemplo: realizar operaciones matemáticas, resolver algún acertijo, contestar un examen o discernir aspectos existenciales sobre el propósito de la vida.
Ciertamente, el sistema 2 es menos propenso a los errores, pero como se dijo, es ineficiente y perezoso, por lo tanto, no podemos operar en este sistema constantemente, ni tampoco podemos esperar que sea capaz de controlar las sugerencias heurísticas del sistema 1, así que, en lo que respecta a la prevención de los errores, nuestras esperanzas están cifradas en crear un entorno en donde se actúe en automático, cuando sea posible, y en reflexivo, cuando sea necesario.
Esta interacción nos hace seres fantásticos capaces de desenvolvernos en situaciones para las que nuestro cerebro ciertamente no se encontraba preparado; con una máquina que data de hace un poco más de 30.000 años lidiamos con las ambigüedades, complejidades e incertidumbres de un mundo con super computadoras, inteligencia artificial, el internet de las cosas, las redes sociales y las bancas de inversión.
Pero eso también nos hace susceptibles a cometer errores sistemáticos, que pueden colocar nuestra vida, nuestra salud, o nuestro patrimonio en riesgo. La economía del comportamiento ha develado la presencia de varios de los sesgos que pueden influir negativamente en nuestro proceso de decisión y han estructurado una metodología pensada en la posibilidad de detectar a tiempo nuestras limitaciones y construir un mundo que, teniendo en cuenta dichas restricciones, nos ayude a tomar mejores decisiones.
Uno de los sesgos más estudiados es el denominado el efecto marco y que en términos sencillos intenta describir cómo los seres humanos nos dejamos influenciar por la forma como se nos presenta la información, alterando con ellos nuestras respuestas, aún cuando las mismas sean abiertamente irracionales.
En un estudio bastante conocido y traído a colación por kahneman en su libro, se describe cómo los profesionales de la salud se ven influenciados en sus decisiones clínicas únicamente por la forma como se les presenta la formulación del problema.
A un grupo de médicos se les presentó “estadísticas de los resultados de dos tratamientos para el cáncer de pulmón: Cirugía y radiación. Las tasas de supervivencia a los cinco años favorecían claramente a la cirugía, pero a corto plazo la cirugía es más arriesgada que la radiación. La mitad de los participantes leyeron estadísticas sobre las tasas de supervivencia, y la otra mitad recibió la misma información en términos de tasas de mortalidad. Las dos descripciones de los resultados a corto plazo de la cirugía eran estas:
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La supervivencia a un mes es del 90 por ciento
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Hay un 10 por ciento de mortalidad en el primer mes
En el primer caso, el 84% de los médicos escogieron la cirugía como opción de tratamiento, mientras que en el segundo sólo el 50% se inclinó por esta alternativa”.
Sobre los resultados Kahneman señala: “la equivalencia lógica de las dos descripciones es transparente, y un individuo ligado a la realidad haría la misma elección con independencia de la versión que viera. Pero el sistema 1 raramente es, como aquí se ha dado a conocer, indiferente a las palabras con carga emocional; la mortalidad es mala, la supervivencia es buena, y un 90 por ciento de supervivencia es un resultado alentador, mientras que un 10 por ciento de mortalidad es un resultado que amedrenta”.
Concluye entonces que “los médicos eran tan sensibles al efecto marco como las personas sin formación médica alguna. La formación médica no es, obviamente, una defensa contra el poder del marco”
Lo anterior es una muestra de cómo la economía del comportamiento puede coadyuvar en el esfuerzo de hacer de la atención en salud un camino más seguro, pues mejorar los procesos, con ayuda de la economía del comportamiento, pasa por aceptar en primer orden que los humanos estamos sujetos a las mismas limitaciones, y por tanto, hay que diseñar un mundo que contemple la irracionalidad como presupuesto.
Por eso, cuidado con los entornos de decisión y su influencia, pero sobre todo cuidado con el exceso de confianza que nos hace creer racionales, cuando, en realidad, no lo somos.
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