Los eventos adversos (EA) son sucesos no intencionales o errores médicos que se presentan durante el servicio de salud, los cuales se clasifican en prevenibles y no prevenibles. El participante principal de estos acontecimientos que pueden causarle daño al paciente se reconoce como segunda víctima.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada diez pacientes sufre daños durante la atención en salud y el 43.5% de estos casos son considerados prevenibles. El estudio Harvard Medical Practice Study, citado en el artículo: “segundas víctimas” publicado en el año 2017 por el Hospital Italiano de Buenos Aires, identificó que el 27.6% de los casos de EA son por negligencia.
Ya vimos un panorama general de este contexto, pero: ¿Qué es la segunda víctima y cómo identificarla? En el año 2000, Albert Wu definió la segunda víctima como aquel profesional sanitario que se ve involucrado, lastimosamente, en un evento adverso que le genera un trauma emocional, situación que pocas veces puede afrontar de manera asertiva.
Por otra parte, Scott et al., señala que las segundas víctimas son los profesionales de la salud que se ven involucrados en un evento adverso no previsible, error médico o daño generado al paciente, causando un impacto emocional severo que afecta el entorno del personal afectado.
Cuando un profesional sanitario es considerado como segunda víctima, su comportamiento cambia y esto es especialmente notorio tanto para sus pacientes como para sus colegas, pues debido a la situación por la cual pasó, se vuelve inseguro en su actuar diario, su situación afectiva se ve alterada, duda de sus capacidades profesionales y puede incluso aumentar la aparición de los eventos adversos debido a la situación por la que atraviesa el profesional (Torijano, et al., 2016)
Por lo general, la segunda víctima no presenta ningún tipo de sintomatología física, pero todo depende de la historia, experiencia y la severidad del incidente. En el artículo: “La atención a las segundas y terceras víctimas en los eventos adversos”, publicado por Salusplay, se menciona que con frecuencia se presenta el síndrome de estrés postraumático, el cual puede:
Aumentar el riesgo de nuevos incidentes durante la atención en salud
Crear desconfianza de sus habilidades
Originar ausentismo en sus ocupaciones laborales
Generar pérdida de reputación profesional
Afectar sus relaciones y/o vínculos personales
Cabe señalar que los principales daños a los cuales se ve sometida la segunda víctima son los psicológicos. Para Aranaz et al., (2009), todo profesional que se encuentra inmerso en esta situación sufre daños emocionalmente altos qué, de no ser reparados, pueden ocasionar incluso un daño físico.
Dentro de un estudio realizado por estos autores, se destacan los siguientes criterios como los que más efectos negativos presentan en la persona:
Reacciones de estrés agudo como ansiedad, miedo, culpa, etc. (77,7%)
Disminución de la autoestima (55,5%)
Inseguridad profesional (77,7%)
Culpa (66,6%)
Aprendizaje del error (55,5%)
Cambios en la organización (55,5%)
El proceso de superación no es sencillo, de hecho, en muchas ocasiones, se requiere ayuda profesional para afrontar el momento de forma asertiva. En la investigación: “Segundas víctimas: Consecuencias psíquicas y apoyos”, publicado por la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, se reconocen 6 etapas de recuperación por las que atraviesa la segunda víctima:
En esta etapa se vive un momento de emociones múltiples, en donde la confusión e inestabilidad estarán por encima. Como primera medida, el personal de la salud involucrado identifica el error o evento adverso e intenta asistir al paciente de acuerdo con lo que esté a su alcance. En esta fase, es importante que el profesional reconozca sus emociones, pues de esta manera permitirá que su proceso de recuperación sea mejor.
Luego del impacto inicial, el involucrado intenta reconstruir el escenario y busca hallar razones que expliquen lo ocurrido, este se acompaña con sentimientos de culpabilidad y pensamientos obsesivos que impiden razonar adecuadamente. Después de reconocer sus emociones, se debe aprender a normalizar el sentimiento que le produce dicha situación. Para tratar de estabilizar su sentimiento de culpa es recomendable hablarlo con un profesional en psicología o psiquiatría.
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El personal de la salud, en esta etapa, busca apoyo y alguien que lo escuche para contar su experiencia y comprender la dimensión de lo acontecido. Se empieza con la aceptación entre la estructura laboral y social, pero existirá un temor frente a los comentarios o percepciones del entorno cercano. Es recomendable que el profesional siempre esté acompañado a nivel terapéutico para que su equilibrio emocional se restablezca pronto.
En esta fase ya existe conciencia de lo ocurrido y se logra dimensionar la gravedad, es por esto que el involucrado principal empieza a responder los diferentes por qué de la situación e interactuar con otros actores que tengan relación directa con el evento adverso, entre los cuales están, entre otros:
El paciente mismo
Los familiares o representantes del paciente
Autoridades de la institución de salud
Es en esta parte donde la segunda víctima reconoce su preocupación frente a las posibles reclamaciones médico-legales que puedan surgir y al fallo final que determine la autoridad competente, por tal razón es recomendable que siempre se busque ayuda a nivel profesional así se considere que la ayuda no es necesaria.
Después de todo lo anterior, la segunda víctima inicia la búsqueda de “primeros auxilios emocionales”, tanto en su entorno personal como profesional, para superar y enfrentar la situación de manera asertiva. No sólo el terapeuta puede ser de gran ayuda, la familia y sus redes de apoyo pueden ayudarlo a superar poco a poco la situación, es indispensable contarle la situación a una persona de confianza para no sentirse juzgado y recibir un apoyo incondicional.
En esta fase, la segunda víctima define un posible camino a tomar en donde se pueden presentar las siguientes alternativas:
La persona decide renunciar a la entidad a la que pertenece, pide un cambio de responsabilidades o simplemente decide no seguir ejerciendo la profesión. En este proceso se puede sentir incapaz de continuar con su vocación.
El profesional involucrado decide afrontar la situación de forma directa y buscar la mejor salida, sin embargo, se conservarán los pensamientos negativos, el sentimiento de tristeza y los intentos de aprender.
Este camino hace que la segunda víctima logre un equilibrio entre su vida personal y profesional. Además, logra ver el evento adverso como una posibilidad para corregir y ganar perspectiva, deja de centrar la práctica laboral en lo acontecido y se interesa en iniciativas que vayan en pro de la seguridad del paciente.
Es importante aclarar que estas etapas se desencadenarán después de la vivencia y no siempre mantendrán este orden, todo dependerá de la capacidad de reacción que tenga la segunda víctima.
Después del evento adverso, la segunda víctima debe sentir el respaldo de su entorno cercano y de los colegas que hayan atravesado por una situación similar. De acuerdo con esto, en la S.C.A.R.E. y FEPASDE sugerimos lo siguiente:
Es necesario escuchar con empatía y comprender sus sentimientos y/o pensamientos.
Es útil e importante que la segunda víctima se comunique con un compañero que haya pasado por un EA para entender la forma en la que lo asimiló y superó.
Es de gran valor que la segunda víctima no se sienta sola. Aconsejarlo y orientarlo en los días posteriores del evento será de ayuda para la etapa de superación.
No se debe juzgar ni recriminar por la situación, en estos instantes es necesario entender y mantener una posición de calma.
Compartir con la familia y las personas cercanas será una motivación para seguir adelante.
En la S.C.A.R.E. - FEPASDE estamos para protegerte y respaldarte en los momentos más vulnerables de tu profesión. Ingresa, afíliate y permítenos estar para ti de forma incondicional. ¡Cuidamos a los que cuidan!
Fuentes: